Estamos ante una reinterpretación tortuosa de la tortuga como símbolo del colapso civilizatorio. Su caparazón carbonizado nos habla, claramente, de la fragilidad de la existencia en un mundo en combustión. Y ese huevo... ese huevo. No se cuece, se irradia. ¿Comestible? No. ¿Combustible? Mucho.
Artista: Jorge Benavent
Una criatura antropomorfa que ha vivido, ha sufrido… y ha sido barnizada por el mismísimo Caravaggio. Esa pátina oscura en las extremidades nos habla de un paso por el purgatorio, pero con dignidad. Y los ojos… pintados con trazos blancos nerviosos, parecen estar preguntando “¿por qué he nacido?”. Una duda legítima.
Artista: Laura Beltran
Una de las pocas piezas con forma reconocible, ejecución limpia y fondo conceptual. Una rana que no salta, se posa sobre nuestras conciencias. Un marsupial de otra dimensión. Los bultitos laterales son deliberadamente ambiguos: ¿patas? ¿senos? No lo sabemos. Y eso es lo bello. Esta obra no te lo da todo: te obliga a mirar dentro de ti. Y lo que encuentras es levadura.
Artista: Alejandro Rejano
Lo que tenemos aquí no es una mona. Es una criatura que podría ser el resultado de una pelea entre un croissant y un gato. Podría rugir, podría llorar. No sabemos si está terminada o si empezó mal. Hay que destacar el uso del papel de hornear como soporte artístico, una clara crítica al mercado del arte actual: ¿por qué exponer en galerías si puedes servir desde el horno directamente a la trascendencia?
Artista: Chema Castillo
Este no nada por los mares, este surca las olas del gluten con una amenaza dulce y silenciosa. Esos pequeños toques blancos laterales —¿cicatrices? ¿escamas? ¿la espuma del último mordisco?— son el punto justo entre la decoración y el testimonio de guerra. Esta mona no viene a hacer amigos. Esta mona viene a dominar el ecosistema bollero.
Artista: Fernando Borja
Esta criatura no nada: flota entre dimensiones. Las pequeñas manchas verdes aportan un contraste cromático completamente innecesario pero absolutamente poético. Una propuesta poco ortodoxa pero profundamente espiritual. Menudo huevazo cósmico.
Artista: María Molina
Ah, qué audacia formal. Aquí estamos ante un cruce absolutamente prohibido entre un cocodrilo, una salamandra y una galleta medieval de clausura... El huevo está coronado con una arquitectura románica improvisada que grita “cúpula barroca” mientras el resto del animal susurra “estoy crujiente por fuera pero confuso por dentro”.
Artista: Carmen
Un grito desesperado de ayuda en forma de bollería. Un Pikachu que claramente no esquivó el ataque. Aplastado, distorsionado y cubierto de glasa amarilla... Los ojos, hechos con chocolate, miran en direcciones opuestas, como si su último recuerdo fuese una bocina y una luz larga. Bollería convertida en arte pop trágico.
Artista: Óscar Pérez
Una mona que no se anda con sutilezas: te da amor y te lo da fuerte. Este osito no solo sonríe, te agarra el huevo con la fuerza de un vínculo afectivo que ni Freud entendería... El huevo en el centro es casi un símbolo de paternidad pastelera. No es decoración, es parte del osito. Es su hijo. Y tú estás a punto de devorarlo.
Artista: Carmen
Una señora mona tortuga jubilada, tostada en exceso... El caparazón, bellamente caramelizado, se presenta con un craquelado perfecto digno de un brioche parisino... pero en plan playa de Gandía. Los ojos son dos puntos negros de determinación. Esta tortuga ha visto cosas... Tiene esa textura que dice: “me da igual no ganar, yo vine a crujir.”
Artista: Paula Piqueres
Forma parte de los animales que no pidieron ser masa. Su mirada lo dice todo: algo ha ido mal. El huevo, eso sí, está impecablemente horneado. Insertado con precisión quirúrgica en un hueco perfectamente simbólico: el epicentro de su trauma. Este conejo no celebra la Pascua, la sobrevive. Una mona con carácter, azúcar y ansiedad.
Artista: Esme Pueyo
Esta criatura es un pez... resultado de varias generaciones de evolución forzada en mares teñidos de colorante alimentario. Su cuerpo está decorado como si hubiese pasado por una fiesta de cumpleaños y una guerra química al mismo tiempo... Ah, y esa gota roja en la base. ¿Sangre? ¿Ketchup? ¿Arte accidental? No importa. Es puro drama.
Artista: Raquel Molina
Este ser, con forma de “S” panzuda y textura de brioche orgulloso, no es un gusano cualquiera. La sal gruesa está esparcida con una despreocupación tan elegante... Los detalles de azúcar están aplicados con la soltura del expresionismo abstracto: no buscan belleza, buscan incomodarte. Y lo logran.
Artista: Pablo Guillamón
Fauna abisal con problemas de autoestima. Lo que aquí observamos es claramente una estrella de mar… que ha vivido cosas... Los bordes están oscuros, como si hubiese intentado escapar del horno gateando, pero se rindió al dulce destino de la monería. Es absolutamente hipnótica, y tiene más personalidad que muchos influencers.
Artista: Pablo Ribes
Hay piezas hechas con cariño, otras con técnica... y luego están estas: hechas con inconsciencia, valentía y probablemente cerveza. Hablemos de la cola: una estructura fálica digna de un tratado de simbología sexual en bollería... Una joya obscena. Un mito en fermentación. Despierta preguntas que nadie debería hacerse en Pascua.
Artista: José Venzal
Porque es la única mona que te mira directamente a los ojos y te dice: “yo no vine a gustar, vine a incomodar”. Esta pieza trasciende lo bollero y se convierte en un gesto artístico brutal y desacomplejado, una declaración de intenciones sin censura ni filtros de azúcar glas.
"Una joya obscena. Un mito en fermentación. Una obra que no pide permiso para existir, solo atención y terapia colectiva."